Amor de madre
Historias de vida

Amor de madre

Su abrazo es delicado y suave, pero tiene tanto poder que en segundos hace que la tristeza se torne en alegría. Cuando ella los resguarda en su regazo, el miedo se transforma en seguridad, entonces, vuelven a sonreír. Sus ojos reflejan el inmenso amor por cada uno de ellos. ¿Mamá siempre estaremos juntos?, pregunta el más pequeño.

Mientras sujeta con ternura a uno de sus hijos, su rostro dibuja una sonrisa melancólica; “siempre supe que el amor de madre es único e irreemplazable; por eso quiero que mis hijos e hijas sientan que siempre estaré para ellos; yo no tuve la oportunidad de conocer y disfrutar de ese amor, pero lo que siento por ellos es tan grande y tan fuerte que seguramente se parece al amor que alguna vez sintió mi madre por mí”.

Mientras habla, algunas lágrimas huyen de sus ojos y es que además del dolor en el corazón también está el dolor físico. Sus huesos son frágiles, el arduo trabajo y múltiples sacrificios le pasan la cuenta, pero valió la pena porque luchó para que sus hijos no padezcan hambre. Sin embargo, la pobreza y falta de cuidado pudieron más y la enfermedad alcanzó a dos de sus retoños.

Durante años, Lucía realizó trabajos de carpintería, eso le permitió mantener a sus hijos e hijas, pero con el paso del tiempo su salud se fue deteriorando, su situación económica era tan precaria que apenas alcanzaba para la alimentación y educación de algunos. Angustiada, tomó una decisión radical; renunció a su tratamiento médico para ahorrar dinero, asegurar la alimentación de sus hijos y cubrir los gastos médicos que requerían dos de ellos.

A primera vista, se veía frágil, pero a medida que habla, percibimos que su alma es invencible, no sólo soporta valientemente el dolor de la enfermedad, también aprendió a superar aquellos episodios de violencia que durante años sufrió con su pareja. “Mis hijos, merecían vivir felices, por eso decidí recomenzar. Hasta ese momento no había imposibles, pero cuando supe de mi enfermedad sentí miedo y desesperación, una y mil veces pensaba en mis hijos e hijas, no podía dejarlos solos; estar sola y no tener apoyo de nadie muchas veces resulta sumamente difícil, a pesar de ello decidí cuidar de mis pequeños con esmero y paciencia hasta que un día, mis fuerzas se agotaron. Comencé a pensar que mis hijos estarían mejor con otras personas, porque a veces no tenía ni un trozo de pan para ellos”.

Pero a veces la ayuda llega en el momento menos esperado: “un día, mientras me encontraba inmovilizada en cama, mi hija regresó de la escuela acompañada de dos personas - Somos de Aldeas Infantiles SOS y venimos a ayudarla - me dijeron, aunque no los conocía, algo en mi interior me decía que podía confiar en ellos; entonces comprendí que no estaba sola, recobré la fe y las fuerzas para comenzar otra vez”.

Fue así como el programa de El Alto, a través de visitas domiciliarias, logró identificar a esta familia. Era importante evitar la desintegración familiar, por ello brindó ayuda inmediata para que Lucía y sus hijos mejoraran sus condiciones. Inicialmente se les dotó de víveres para prevenir la desnutrición, se gestionó la atención médica a través de un centro de salud, posteriormente se restituyó el derecho a la educación de algunos de sus hijos que abandonaron la escuela. Con mucho esfuerzo se logró garantizar el bienestar físico de la familia. Sin embargo, aún faltaba estabilizar la parte emocional, tantos años de violencia y carencias materiales afectaron la autoestima de la familia, por lo que la ayuda continua con amor y paciencia van cicatrizando las heridas del alma.

Actualmente los niños y niñas reciben apoyo psicosocial y aunque Lucia aún se encuentra delicada de salud, su estado anímico mejoró considerablemente, se siente emocionada porque está aprendiendo confección de ropa casual en uno de los centros de Desarrollo Emprendedor que son parte del proyecto “Emprendiendo en familia”. El objetivo es fortalecer las capacidades protectoras y laborales de los cuidadores principales para que puedan generar sus propios recursos y de esta forma mejorar la calidad vida.

Mientras nos cuenta su sueño de iniciar un taller de costura, uno de sus hijos pequeños se asoma tímidamente, la sujeta de la mano buscando un abrazo, de esos que hacen olvidar la tristeza; ¿mamá siempre estaremos juntos?