“DESEO QUE TODO MEJORE Y JUNTOS EN FAMILIA, SALIR ADELANTE"

Roberta tiene 40 años, es madre de cinco hijos e hijas de 10 a 17 años. Su esposo falleció por una enfermedad. Su único sustento es su trabajo como barrendera.  Desde hace dos años, vive en una zona de reciente creación a 2km de la ciudad de Oruro. No cuenta con los servicios básicos de agua y electricidad.  

El impacto de la pandemia 

De acuerdo a los datos de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), en 2020 en Bolivia la pobreza moderada aumentó de 31,1% a 37,5% y la pobreza extrema de 12,1% a 14,7%, a causa de la pandemia del coronavirus que impactó a todo el mundo.  

Roberta y su familia se vieron afectadas duramente por la pandemia. Las cuarentenas rígidas que se establecieron en la ciudad le imposibilitaban llegar a su trabajo, por la falta de transporte.  Su jornada comenzaba a las diez de la noche y terminaba a las seis de la mañana, cinco días a la semana.  

Roberta, abrigada con una manta de lana, un chulo y su barbijo, debía salir de su casa dos horas antes y caminar 45 minutos por la carretera hasta llegar a la primera parada del minibús y recorrer la ciudad por media hora más. Al día siguiente, después de barrer plazas y parques durante toda la noche, Roberta retornaba a su casa haciendo el mismo recorrido, pensando en mejores días para ella y su familia. “Mientras caminaba pensaba: cómo estarán mis hijos. Llegaba a mi casa y me sentía contenta al verlos durmiendo. Alistaba el desayuno y luego el almuerzo”, dice Roberta. 

La provisión de agua para el consumo diario, también se vio afectada. La cisterna que mensualmente llegaba a la zona, ya no podía ingresar, por lo que Roberta y sus hijos debían disminuir su consumo. Lavarse las manos continuamente, no era una opción para ellos.  

Otro ámbito que también golpeó a Roberta fue la continuidad de las clases de la escuela de sus hijos. “Cada semana tenía que comprar tarjetas de crédito para que mis hijos pasen clases. Pero lo más difícil fue compartir el único celular que tenemos”, comenta Roberta.  A pesar de esta situación, Roberta siempre se mantuvo firme y fuerte. Su prioridad fue mantener a su familia unida.  

Una luz de esperanza 

Desde hace tres años, Roberta es parte del servicio de fortalecimiento familiar de Aldeas Infantiles SOS en la ciudad de Oruro. Durante la pandemia el apoyo de la Organización se concentró en atender las necesidades inmediatas de la familia de Roberta.  Para facilitar el transporte diario hacia su trabajo, Roberta decidió comprar una bicicleta, reduciendo así, el tiempo de traslado. Todas las noches su hijo mayor la acompaña hasta la parada del minibús, llegando en menos de 15 minutos.  

Si bien la familia todavía no tiene acceso a agua y electricidad, se duplicó la cantidad de tanques para el almacenamiento de agua, ahora cuentan con cuatro tanques de cinco mil litros que les dura dos meses aproximadamente. Respecto a la electricidad, dos paneles solares que están en el techo de su casa, ayudan a acceder a este servicio, durante el día. 

La educación de sus hijos está mejorando. Roberta es parte del proyecto de digitalización que la organización implementó para continuar el desarrollo de las familias a distancia. “Contamos con dos equipos que tienen internet. Mis hijos me están enseñando a usar. Ahora ellos pueden pasar clases en mejores condiciones, aunque todavía es difícil acostumbrarse”, dice Roberta.  

Roberta anhela que la situación de su familia mejore, pero, sobre todo, que sus hijos e hijas crezcan protegidos y seguros con ella.  “Siempre pienso en mis hijos, en que ellos estén mejor. Deseo que todo mejore y juntos en familia, salir adelante”, finaliza Roberta.   

"ESTAMOS JUNTOS Y ESO ES LO QUE IMPORTA”

Allá por el año 2014, Aldeas Infantiles SOS Bolivia emprendió en Tarija un proyecto de apoyo a familias cuyos padres y/o madres se encontraban privados de libertad. Allí conocimos a Liliana de 17 años y a su hermanito Brian de 5 años y es desde aquí que comenzamos a contar su historia. 

Debido a su situación, los dos hermanos llegaron a vivir a la aldea infantil en abril de 2015 y formaron parte de una de las familias SOS. Los cuidados y el amor de su mamá SOS, y el cariño y complicidad de sus hermanos y hermanas de casa, marcaron una huella importante en la vida de Lili y Brian.  

Vivir en una familia amorosa y protectora es tan importante en el desarrollo de un niño, que los cambios se notaron a las pocas semanas de su llegada. A pesar de su corta edad, Brian tenía problemas de relacionamiento e indisciplina en el aula, pero dio un giro rotundo cuando sintió el cuidado y amor de una familia. 

Pronto cambió su conducta y aquella energía, la canalizó en la participación activa durante las clases. En los reportes de calificaciones, sus profesores elogiaron su comportamiento, pero sobre todo la dedicación de Brian en sus estudios, llegó a ocupar el primer lugar de aprovechamiento y desde entonces se mantiene en el cuadro de honor de los mejores estudiantes.  

Su hermana Liliana valoró mucho la oportunidad de revivir su adolescencia y dedicó su tiempo a culminar sus estudios y alcanzar el bachillerato. Luego decidió profesionalizarse como maestra de kínder. Cuando terminó sus estudios, comenzó a trabajar en un centro educativo de la ciudad. Esta experiencia y oportunidad de trabajo le permitió estabilizarse y vivir de manera más independiente fuera de la aldea. Pero vivir fuera no significó olvidarse de Brian, por el contrario, siempre estuvo comunicándose con él, con su mamá SOS y sus hermanos de casa, pues los años de convivencia forjaron vínculos muy fuertes entre ellos. 

Por este motivo, Liliana, quien ahora tiene 24 años, fue preparándose con el apoyo de su asesora de desarrollo familiar para que Brian pueda volver a vivir junto a ella y su familia biológica. Fueron varios meses en los que ella recibió orientación y apoyo para asumir la responsabilidad del cuidado de su hermanito, pero nada la desanimó, ni la pandemia ni la cuarentena… Tiene el entusiasmo de seguir trabajando y cuenta con el apoyo de Aldeas Infantiles SOS, así que solicitó la guarda de Brian ante la Juez de la Niñez y, valorando su situación, la Juez concedió la resolución judicial para que Brian regrese a vivir con ella. “Es una emoción grande, un sentimiento muy lindo, porque cuando me despierto lo puedo ver, puedo saber cómo está, ahora le ayudo a hacer sus tareas, desayunamos en casa, cocinamos juntos, quizás no tenemos todas las comodidades, pero estamos juntos y eso es lo que importa”.  

Brian anhelaba mucho este encuentro, por la cuarentena no podía ver tan seguido como antes a su hermana, pero ahora estaba volviendo a vivir con ella. Ciertamente él extraña a su familia SOS, pero reconoce que también deseaba en el fondo de su corazón volver a vivir con su hermana. 

“Me siento re feliz de estar con mi familia, porque desde hace tiempo que no los veía por la cuarentena, solo de lejitos cuando iban a visitarme y yo los extrañaba mucho. Ahora aquí en mi casa tengo más responsabilidades, tengo que ayudar a mi hermana, pero me siento feliz de estar junto a ella” Comenta Brian, quien, con 12 años, ya es un apuesto adolescente. 

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