Ramiro junto a sus cinco hijos
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"Que los cinco estemos juntos, esa es mi mayor felicidad"

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Las manos toscas de Ramiro se suavizan cuando tiene que vestir a sus pequeños hijos.

Sus manos toscas, acostumbradas al trabajo rudo de la construcción, se suavizan cuando tiene que vestir a sus pequeños hijos, porque lo hace con amor. Así es Ramiro, uno de los muchos padres de familia que se hace cargo de sus hijos solo.

Ramiro llegó a la ciudad de Tarija desde una comunidad rural cuando aún era muy joven, allí conoció a su esposa con quien decidió formar una familia. Tuvieron cuatro hijos, pero la difícil situación económica le obligó a migrar a Santa Cruz para trabajar, desde allí enviaba dinero a su familia, sin embargo, este alejamiento deterioró su relación de pareja.

“Cuando regresé, encontré una denuncia en contra mía por abandono, diciendo que me fui y nunca más me acordé de ellos cuando en realidad yo regresaba cada dos semanas a verlos, pero nadie me creía, me prohibieron ver a mis hijos y yo me moría de tristeza. A escondidas les llevaba comida, su mamá no los atendía, mi hijo mayor que en esa época tenía 7 años, era el que cuidaba a sus hermanitos pequeños y les preparaba la leche. Saber esto me rompió el corazón y entonces decidí luchar por ellos”.

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Luego de demostrar esta situación ante las autoridades, Ramiro logró quedarse al cuidado de sus niños que aún eran pequeños: Agustín el mayor de siete años, Juan de seis -que sufre una discapacidad múltiple por lo que requiere los cuidados de un bebé- Alejandro de cuatro y Daniel de dos años.

Ramiro trabaja como ayudante de albañil. Antes no tenía a nadie para ayudarlo con el cuidado de los niños, especialmente de Juan, de modo debía llevarlo a su trabajo, pero un entorno de construcción también representa serios peligros para un niño, por eso cuando su contratista le dijo que ya no podía llevarlo, él optó por buscar otro empleo.

En esa situación, llegó a Aldeas Infantiles SOS, donde se diseñó junto a él un plan de desarrollo familiar, en el que se está trabajando para fortalecer sus capacidades personales, laborales y protectivas.

Además, durante las mañanas, los niños asisten al centro de cuidado diurno Hermann Gmeiner donde reciben apoyo pedagógico y estimulación temprana. Mientras que Juan se queda en la sala cuna bajo el cuidado de madres comunitarias hasta el final de la tarde, hora en la que su papá lo recoge.

Los hijos de Ramiro en un centro de cuidado diario

Ya han pasado dos años desde que Ramiro llegó a Aldeas Infantiles SOS, si bien ha recorrido un largo camino junto a sus hijos, aún faltan generar condiciones de sostenibilidad para la familia; un trabajo estable, reforzar el cuidado y seguridad para los niños y atención especializada para Juan. El amor y valentía de Ramiro por sus hijos son el motor que convertirá esto en una realidad.

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