La niña, niño o adolescente, busca comprender el mundo y a sà mismo. Dar voz a sus necesidades, a sus deseos y satisfacer necesidades básicas suyas, que los adultos no hayamos podido o sabido ver (hambre, sueño, reconocimiento, afecto…). Sentirse útil, sentir que su existencia tiene un sentido y aporta algo a su entorno. Lo único es que a veces eligen modos poco adecuados de manifestarlo. Cuando alguien dice que un niño o niña “se porta mal” habla desde su perspectiva de adulto, sin tener en cuenta la vivencia del infante.
En la disciplina positiva no cuestionamos el porqué de una conducta, sino que buscamos modos más positivos y eficaces para que la niña, niño o adolescente logre comunicarse, haciendo compatible la afectividad y la firmeza.
Educar desde la disciplina positiva garantiza la protección de la infancia y la adolescencia por tres motivos: 1) Preserva los vÃnculos afectivos; 2) Excluye cualquier forma de violencia fÃsica o emocional; 3) No cuestiona las normas y los lÃmites, sino que los establece como un derecho.
Para ello se recomienda el establecimiento de reglas básicas y lÃmites en las siguientes áreas: 1) FÃsica: Protección fÃsica, alimentación, ejercicio; 2) Afectiva: Seguridad, autonomÃa afectiva, permitir la separación, permitir los errores; 3) Social: respeto a los derechos humanos, reglas de convivencia, integración social, resolución no violenta de conflictos.
No se trata de no poner normas, se trata de poner consciencia en cómo hacerlo. Establecer el respeto mutuo en una educación democrática donde se dé libertad, pero con orden, permite un reconocimiento de los derechos y necesidades tanto del adulto como de niñas, niños y adolescentes. Debe corregirse, pero con dignidad y respeto, reconociendo nuestras necesidades (claridad al fijar las normas y seguridad de que son comprendidas) y sus necesidades (un entorno seguro y afectivo).
Debemos partir de un enfoque siempre positivo que busca el estÃmulo y la motivación de infantes y adolescentes, basado en tres claves:
- Soluciones a problemas con enfoque en la reparación del daño producido.
- No centrarse en quién tiene la culpa sino en cómo solucionarlo.
- Ver los errores como una oportunidad de crecimiento y de fortalecimiento del vÃnculo afectivo.
Todos nos equivocamos, niños y adultos. Pero esos errores enseñan y es importante saber aprender de ellos. Por eso no se contemplan los castigos, porque no se castiga el aprendizaje ni los errores. Se establecen consecuencias lógicas y naturales propias de la vida.
Por ejemplo, si alguien ensucia el piso, lo lógico es que haga algo para limpiarlo. Si alguien estropea un objeto, lo lógico es que aporte algo para repararlo según su edad. Una adolescente puede ayudar con los deberes a su hermano, al que le ha gritado; un niño puede escribir una carta de disculpa en la que exprese cómo se siente cuidado y cómo quiere cuidar. De esta forma se promueven vÃnculos positivos, empatÃa en la niñez y adolescencia y su propio protagonismo y participación en el proceso educativo.