Espacios de confianza con los hijos
Bolivia – septiembre 16 2021

Espacios de confianza con los hijos

Casimira Lema es tarijeña, muy reconocida por su trayectoria como periodista y presentadora de TV en Bolivia; y es amiga cercana de Aldeas Infantiles SOS. En una oportunidad que tuvimos de compartir un café, nos confesaba cómo le había ido en la crianza de sus hijos, ya jóvenes y casi independientes. Los padres nunca la tienen fácil, más aún con la tecnología, tenemos que hablar más con los chicos. Llegamos cansados, pero tenemos que jugar con ellos. Cuando son pequeños es cuando más necesitan de un abrazo, de un beso”.

Casimira es mamá de Friedl (25) y Stephan (22), en ambos casos prácticamente ha concluido con su etapa de formación, la cual valora como positiva: “De niños su máximo sueño era ir a Tarija. Se sacaban buenas notas para poder viajar y visitar a nuestra familia como premio (risas)… Ahora que son jóvenes me siguen compartiendo sus sueños; y yo también les comparto los míos”.

Desde la experiencia de Aldeas Infantiles SOS, entendemos que Casimira logró algo muy importante que no nos enseñan ni en el colegio ni en la universidad: construir un espacio físico-emocional seguro para la comunicación con los hijos. El resultado son dos jóvenes con mucha empatía y alta capacidad para expresar sus emociones: “Como hermanos han compartido mucho, a veces no necesitaban de muchos amigos. También, como cualquier chico, han peleado en su momento, pero luego se abrazan y son muy muy unidos, es algo que yo les recalco permanentemente, que se apoyen”. 

Desde nuestra labor hacia la infancia y la adolescencia como Aldeas Infantiles SOS, sabemos que educar desde la disciplina positiva tiene beneficios claros para la niñez y adolescencia y para sus familias. Cambia la forma de relacionarse, fortaleciendo los vínculos afectivos y favorece una comunicación profunda y empática, así como el respeto a las necesidades de todos.

La disciplina positiva es la construcción de espacios físico-emocionales seguros para la niñez y la adolescencia, permitiendo su expresión, logrando guiarles en la administración de sus emociones para el resto de su vida.

La disciplina positiva se logra justamente a través de estos espacios seguros, en los cuales se pueden resolver problemas o conflictos típicos en la familia de manera no violenta, obteniendo aprendizajes positivos.

La disciplina positiva promueve la consciencia y el autocuidado en nosotros, los adultos, para que generemos vínculos afectivos profundos y respetuosos con nuestros hijos.

La primera tarea como padres educadores es hacer compatible el afecto y la firmeza. Para ello debemos ver los errores como una oportunidad de crecimiento. Debemos entender que, como adultos, tenemos una historia de vida que puede influir en nuestra lectura de los conflictos y de la forma de resolverlos. Por ello, antes de actuar, debemos PARAR, luego SENTIR, PENSAR (reflexionar desde otros ángulos) y recién actuar.

Las conductas de los niños siempre cumplen un propósito con ellos mismos. Desde conexión emocional, el sentimiento de pertenencia a la familia, aceptación, ser queridos, ser elegidos por quienes les crían y educan.

La niña, niño o adolescente, busca comprender el mundo y a sí mismo. Dar voz a sus necesidades, a sus deseos y satisfacer necesidades básicas suyas, que los adultos no hayamos podido o sabido ver (hambre, sueño, reconocimiento, afecto…). Sentirse útil, sentir que su existencia tiene un sentido y aporta algo a su entorno. Lo único es que a veces eligen modos poco adecuados de manifestarlo. Cuando alguien dice que un niño o niña “se porta mal” habla desde su perspectiva de adulto, sin tener en cuenta la vivencia del infante.

En la disciplina positiva no cuestionamos el porqué de una conducta, sino que buscamos modos más positivos y eficaces para que la niña, niño o adolescente logre comunicarse, haciendo compatible la afectividad y la firmeza.

Educar desde la disciplina positiva garantiza la protección de la infancia y la adolescencia por tres motivos: 1) Preserva los vínculos afectivos; 2) Excluye cualquier forma de violencia física o emocional; 3) No cuestiona las normas y los límites, sino que los establece como un derecho.

Para ello se recomienda el establecimiento de reglas básicas y límites en las siguientes áreas: 1) Física: Protección física, alimentación, ejercicio; 2) Afectiva: Seguridad, autonomía afectiva, permitir la separación, permitir los errores; 3) Social: respeto a los derechos humanos, reglas de convivencia, integración social, resolución no violenta de conflictos.

No se trata de no poner normas, se trata de poner consciencia en cómo hacerlo. Establecer el respeto mutuo en una educación democrática donde se dé libertad, pero con orden, permite un reconocimiento de los derechos y necesidades tanto del adulto como de niñas, niños y adolescentes. Debe corregirse, pero con dignidad y respeto, reconociendo nuestras necesidades (claridad al fijar las normas y seguridad de que son comprendidas) y sus necesidades (un entorno seguro y afectivo).

Debemos partir de un enfoque siempre positivo que busca el estímulo y la motivación de infantes y adolescentes, basado en tres claves:

  • Soluciones a problemas con enfoque en la reparación del daño producido.
  • No centrarse en quién tiene la culpa sino en cómo solucionarlo.
  • Ver los errores como una oportunidad de crecimiento y de fortalecimiento del vínculo afectivo.

Todos nos equivocamos, niños y adultos. Pero esos errores enseñan y es importante saber aprender de ellos. Por eso no se contemplan los castigos, porque no se castiga el aprendizaje ni los errores. Se establecen consecuencias lógicas y naturales propias de la vida.

Por ejemplo, si alguien ensucia el piso, lo lógico es que haga algo para limpiarlo. Si alguien estropea un objeto, lo lógico es que aporte algo para repararlo según su edad. Una adolescente puede ayudar con los deberes a su hermano, al que le ha gritado; un niño puede escribir una carta de disculpa en la que exprese cómo se siente cuidado y cómo quiere cuidar. De esta forma se promueven vínculos positivos, empatía en la niñez y adolescencia y su propio protagonismo y participación en el proceso educativo.

Es importante tomar en cuenta que sólo si el adulto puede gestionar las emociones que la conducta del niño le genera podrá afrontarla desde el enfoque de la disciplina positiva.

No olvidemos que la disciplina positiva es un reto para nosotros como adultos porque nos invita a pensar, a tomar nuestros tiempos para decidir y a poner consciencia en nuestra propia historia. Y como cualquier reto, la disciplina positiva es siempre un proceso a largo plazo. Implica abrirnos a un cambio interior continuo como familia o cuidadores. Un cambio que nos lleva a parar, sentir, pensar y actuar de un modo diferente.

En nuestra próxima edición del blog hablaremos de: ¿Dónde está el límite entre la violencia y la disciplina?

“Este material es parte de las tres guías desarrolladas por Aldeas Infantiles SOS con el apoyo de Espirales Consultoría de Infancia, asesoría técnica liderada por Pepa Horno”.